No
existe la dieta ideal, existe la dieta variable. Alimentarnos según
la situación y la zona climática como según las necesidades de
nuestro estado físico, mental y espiritual.
Los
probióticos son alimentos que incorporan microorganismos
vivos. Son alimentos vivos y fermentados que nos proporcionan un
beneficio para la salud. Colonizan nuestro sistema digestivo y
diferentes áreas de los intestinos equilibrando nuestra flora
intestinal y regenerando las vellosidades que recubren sus paredes
intestinales.
Según
mi experiencia personal, investigación, estudios y siempre teniendo
en cuenta las necesidades energéticas, dietoterapia y criterios
éticos de consumo, los más aconsejados alimentariamente son (el
orden de la lista no indica la importancia):
Fermentados
lácticos: kéfir y yogur de leche de cabra ecológica. Quesos
frescos o semicurados de leche no pasteurizada. La utilización de
los derivados de la leche es más ventajosa para el organismo que la
propia leche.
Kéfir
de agua y kombucha.
Vegetales
fermentados: chucrut o col fermentada, pickles en
general (verduras varias fermentadas).
Amasake:
arroz fermentado con koji (Aspergillus oryzae). El
microorganismo con el cual se elabora el miso.
Fermentos
de soja: miso, tempeh, tamari (salsa de soja), soyu (salsa de soja y
trigo).
Insisto
en la mejora nutricional y ética de escoger productos lácteos bajo
criterios ecológicos. También hay que hacer atención a la mayoría
de productos transgénicos (OMG) a base de soja y sus derivados que
sirven en los supermercados. Los OMG son otra bomba de relojería muy
bien permitida y escondida por nuestros ministerios de alimentación,
agricultura y sanidad.
Los prebióticos son por sí mismos un propio alimento para los microorganismos. Se presentan en forma de carbohidratos no digeribles favoreciendo el crecimiento de dichas bacterias beneficiosas. Al tomar estos alimentos favorecemos la flora intestinal.
Verduras
azufradas: ajos, cebollas, puerros, col, coliflor,…
Bardana,
achicoria y alcachofa contienen inulina (variedad de almidón
polisacárido).
Cereales:
avena, cebada y trigo contienen inulina.
Legumbres,
patata y boniato contienen rafinosa y estaquiosa.
Frutas:
papaya, manzana, ciruela, pera, membrillo y plátanos.
Cabe recordar que aunque en este artículo se muestran alimentos saludables y naturales, tenemos que tener en cuenta que no por ser un producto natural y de calidad quiere decir que sea inofensivo y que no pueda tener efectos negativos.
Cabe recordar que aunque en este artículo se muestran alimentos saludables y naturales, tenemos que tener en cuenta que no por ser un producto natural y de calidad quiere decir que sea inofensivo y que no pueda tener efectos negativos.
Ejemplos:
Para
una persona que sufre de candidiasis u otros problemas de hongos no
es recomendable tomar vegetales fermentados como el chucrut, ya que
pueden hacer que prolifere mucho más; también puede suceder lo
mismo con el miso.
Los
derivados de la soja mayoritariamente son salados y de naturaleza
térmica fría, por tanto, enfrían el organismo, tonifican el yin,
reducen la energía yang. Esto no es bueno para el yang de riñón y
bazo ni para el sistema digestivo en general a largo plazo.
Los
lácteos terminan por causar humedad interna debilitando el bazo y
acumulando las mucosidades en los pulmones. Con el tiempo, estas
mucosidades acumuladas le producen calor al pulmón. Sucede lo mismo
con los plátanos.
Los oligoelementos minerales presentes en los alimentos, en especial el molibdeno, por favorecer el asentamiento de la flora intestinal.

Se encuentra en cereales integrales, verduras de hoja verde, algas marinas y sal marina de calidad. La sal gris de Bretaña es muy rica en oligoelementos y molibdeno.